Un diseño ambientado en el mundo de Scythe. Toma elementos reconocibles del mejor diseño de Jamey Stegmaier y los aplica a un juego de cartas ágil, entretenido y, hasta cierto punto, combero. Lo peor del juego es que rápidamente se atisba un patrón de desarrollo claro, con partidas divididas en dos fases, una primera en la que hay que hacer acopio de cartas y trabajadores, y una segunda en la que se pisa el acelerador buscando completar los hitos y maximizar la puntuación. Afortunadamente, estos patrones no enfangan las partidas y resultan muy entretenidas una vez que se asume la naturaleza del juego y nos olvidamos del diseño del que toma ciertos elementos. Esa segunda mitad de las partidas son tensas, deseando tener un turno más para completar esa acción que necesitamos antes de que se detone el final de la partida. Si los jugadores no tortuguean y no alargan la partida innecesariamente, estos acabarán con buen sabor de boca.