Todo un ejemplo de cómo deberían ser segundas ediciones de juegos que tienen ya sus años. Los desarrolladores de Sorry We Are French han conseguido mantener la esencia del diseño original y, a la vez, enriquecerlo para elevar su rejugabilidad y escalabilidad de forma notable. Un juego que podía incluso resultar algo plano se convierte en una propuesta en la que, partiendo del mismo principio mecánico, ahora cada decisión tiene un gran peso y la atención de los jugadores se ve dispersada en numerosos frentes que atender. Lo mejor sigue siendo decidir qué hacer con cada carta, si añadirla al pequeño motor de efectos pasivos que el jugador va configurando o utilizarla para resolver una acción siempre y cuando nos permita activar estos efectos. Pero ahora todas estas acciones y bonificaciones tendremos que dirigirlas a una optimización de puntos muy rica y que varía bastante de una partida a otra. Lo único malo que se puede decir del juego es que el azar a veces puede impactar en los jugadores al no recibir efectos que encajen bien con cómo están desarrollando la partida, además de que puede resultar un juego relativamente seco para quienes busquen experiencias mínimamente temáticas. Pero vamos, son aspectos menores que no deberían empañar un muy buen desempeño.