Gran diseño de Stefan Feld, con un sistema de programación muy interesante que tendrá a los jugadores planificando y haciendo cábalas desde la misma preparación de la partida. Sin gota de azar, todo depende de los jugadores, existiendo una competición constante por ocupar los espacios del templo para rascar la mayor cantidad de puntos. Tal vez su mayor defecto sea lo abstracto de la mecánica, que obliga a los jugadores a poner de su parte y echar unas cuantas partidas para poder asimilar el sistema. Pero una vez entendido todo es altamente disfrutable.